Daniela coleccionaba manchas, hermosas y diminutas obras de arte que guardaba en un cuaderno de gruesas tapas de cuero marrón. Había un trozo de mantel donde su abuelo derramó el vino, una mancha rosada que le recordaba a dos cerditos bailando. Un cuadradito del papel pintado de su antigua casa donde había un manchurrón de origen desconocido pero que recordaba a un perro de mirada triste. Daniela pasó largas siestas de verano mirando aquel perro y preguntándose por qué estaría así. Así hasta completar las doce manchas de su particular colección. De mayor , su repertorio fue aumentando con algunos ejemplares notorios. Llegó aquella pieza de camisa con manchas de su propio rímel negro al llorar que eran como los cucharones de su madre. Allá donde iba Daniela, sus manchas le hacían compañía. Durante toda su vida, ella fue buscando la belleza donde otros veían un motivo para gastar jabón.
Dedicado a la pequeña Daniela. Que sepas ver grandes cosas en los pequeños detalles!
Precioso! Me encanta!
Gracias por hacerme «ver» de otra manera
Muchas gracias!! Que bonito comentario, un beso fuerte!
qué cuento más bonito!!!!!!!!! me gusta eso de ver la belleza donde otros vez sólo fealdad 😉
Hermosas manchas que conforman el lienzo de la vida… ¡¡genial!!